"Hay seis cosas que el Señor aborrece, y siete que le son detestables: los ojos que se enaltecen, la lengua que miente, las manos que derraman sangre inocente, el corazón que hace planes perversos, los pies que corren a hacer lo malo, el falso testigo que esparce mentiras, y el que siembra discordia entre hermanos." Proverbios 6:16-19
La murmuración o el chisme es una de las cuestiones más delicadas de cualquier organización, iglesia o incluso familia. Es fácil caer en ella. trae consigo condenación, amargura y resentimiento. Puede incluso, crear contienda y discordia entre hermanos. Pero, ¿qué es la murmuración?
Definición de la murmuración: Hablar una o más personas en voz baja o entre dientes, especialmente manifestando queja o disgusto por alguna cosa o por alguien.
El pueblo de Israel es un claro ejemplo de la murmuración. Sus quejas constantes ante la actividad de Dios en sus vidas pueden actuar como espejo ante muchos de nuestros comportamientos. Constantemente me encuentro en situaciones en donde por mas bendiciones que tengo en mi vida me fijo en aquellas cosas "malas" o "desagradables" que no puedo cambiar. Estas quejas van más allá de un corazón lastimado o triste, provienen de un corazón que ha remplazado el amor de Dios por la amargura de la vida.
El pueblo de Israel había pasado ya muchos años en esclavitud Dios manda a Moises como libertador y después de las 10 plagas enviadas a los Egipcios el Faraón les concede su libertad. Al poco tiempo, el Faraón se arrepiente de esta situación y persigue al pueblo con su ejercito. Los israelitas al darse cuenta de estos temieron y se quejaron contra el Señor.
"Ya en Egipto te decíamos: “¡Déjanos en paz! ¡Preferimos servir a los egipcios!” ¡Mejor nos hubiera sido servir a los egipcios que morir en el desierto!" Exodo 14:12
No pasaron ni unas cuantas horas de haber presenciado los milagros que Dios había mostrado a su favor cuando el pueblo ya estaba quejándose en contra de Él. ¿Te suena familiar? ¿Cuantas veces olvidamos la misericordia de Dios a nuestro favor y nos quejamos de cualquier cosa? Y, ¡es normal! Vivimos en un mundo en donde buscamos obtener placer y confort a toda costa. Sufrir es la equivalencia de que algo hicimos mal o somos "malos" porque ninguna persona "buena" merece sufrir. Pero olvidamos todas las bondades que Dios otorga a nuestro favor.
La murmuración no solo es contagiosa y enfermiza. La murmuración no solo se vuelve una mala costumbre sino que tiene consecuencias. A continuación, veremos las 4 consecuencias de la murmuración.
1. La murmuración viene de un corazón mal agradecido
La murmuración nace cuando hay descontento en nuestro corazón. Nace de la amargura que hemos guardado en contra de Dios y de los demás. Recordemos que un corazón mal agradecido no ve más allá de lo que quiere ver. Un corazón mal agradecido se queja de las cosas malas y no reconoce todas las bondades de Dios en nuestras vidas.
Recordemos a David. Un hombre que vivió tormentos y persecuciones como ningún otro. Y aun así, en medio de persecuciones, amenazas, soledad y miedo no olvidaba agradecer cada día la misericordia de Dios en su vida.
"Quiero alabarte, Señor, con todo el corazón, y contar todas tus maravillas. Quiero alegrarme y regocijarme en ti, y cantar salmos a tu nombre, oh Altísimo." Salmos 9:1 y 2
2. La murmuración te ciega a la obra de Dios en tu vida y a tu alrededor.
¿Cuantas veces dejamos de ver el favor de Dios a nuestras vidas por enfocarnos en los problemas cotidianos? Me ha pasado que estoy tan cegada en los problemas que olvido tantas cosas buenas que Dios me ha dado. O, me enfoco tanto en aquello que no puedo resolver que olvido la gracia y la misericordia de Dios a mi favor.
El pueblo de Israel vivía constantemente en milagros. Habían ya presenciado las 10 plagas. Cuando los egpicios los perseguían Dios habrío el mar rojo y cruzaron a través de el. Cada día salían de sus campamentos y maná caia del cielo para ellos. Eran guiados por un pilar de fuego y una nube hacia su destino. Agua había brotado de una piedra. ¿Cuantas pruebas más necesitaban para darse cuenta del amor de Dios? Era una generación que vivía en los milagros y aun así su corazón murmuraba en contra de Dios.
"Allí sus antepasados me tentaron y me pusieron a prueba, a pesar de haber visto mis obras cuarenta años.
10
Por eso me enojé con aquella generación, y dije: “Siempre se descarría su corazón, y no han reconocido mis caminos.”
Hebreos 3: 9 y 10
3. La murmuración produce una inquietud constante y enfermiza
En lugar de experimentar la paz y la tranquilidad de Dios vivimos constantemente estresados. Nos preocupamos tanto por situaciones pasajeras de la vida que no depositamos nuestras preocupaciones en Dios. No entramos a su paz. No nos permitimos descansar en su amor, en cambio estamos acelerados e inquietos. Si vemos la continuación de los versículos anteriores sabremos que la murmuración nos aleja de la paz de Dios
"Así que, en mi enojo, hice este juramento: “Jamás entrarán en mi reposo.” Hebreos 3:11
4. La murmuración entra sutilmente.
Lo más peligroso de la murmuración es que no nos damos cuenta cuando caemos en ella. Es una forma tan sencilla de contaminar nuestro corazón que muchas veces no sabemos que lo hacemos hasta que ya estamos bien metidos. Y lo peor, es que es extremadamente contagiosa. Cuantas veces ha llegado alguien a poner una queja acerca de alguna situación y para cuando esa persona terminó la queja nosotros ya estamos bien metidos en el problema. Nosotros ya nos envolvimos en la queja que alguien más tenía. Le abrimos puerta a la murmuración.
Muchos ministerios y organizaciones cristianas son afectados por la murmuración. Muchas familias son afectadas por la murmuración. Las quejas entre hermanos, socios, trabajadores o líderes cristianos son la puerta de entrada a la división. Procuremos evitar la murmuración. Tengamos un corazón agradecido a Dios en todo momento. Pongamos el ejemplo en la familia. Si tienes que resolver algo con alguna persona, ora a Dios y enfrenta el problema. No seas tentada al chisme y la murmuración.
La gran mayoría de los problemas que tenemos con los demás desaparecerían si hablamos los unos con los otros en lugar de hablar de los otros.